Conversando con Szymborska - Diálogo - szkoła języka hiszpańskiego w Lublinie

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25 Kwi 2016 · Możliwość komentowania Conversando con Szymborska została wyłączona

Conversando con Szymborska

Nos conocimos una tarde de sábado. Recuerdo detalladamente el momento: día lluvioso, frío y de nubarrones grises. Ese día, tuvimos nuestro primer encuentro de la mano de una mediopolaca esquizofrénica amiga mía. Su padre, amante de las polacas-su esposa lo había sido- era el artífice de la voz cubana de esta polaca que me resulto irónica, cercana, sencilla compleja y bastante jocosa. Y desde ese día nos convertimos en grandes confidentes: su palabra escrita era respuesta a mis preguntas; su palabra escrita me desnudaba; su palabra escrita me rescribía.

Toco a la puerta de la piedra.
-soy yo, déjame entrar.
Quiero penetrar en tu interior,
Mirar a mí alrededor,
Aspirarte como un soplo. (Conversación con la piedra)

Así me entraste, ¿recuerdas? En ese momento de mi vida la piedra y yo teníamos mucho en común. Me convencía a mí mismo de la fortaleza impenetrable de mí ser. Y allí te burlaste de mí para decirme que la dureza aparente tristemente está muy ligada a la soledad.

Llamo a la puerta de la piedra.
Soy yo, déjame pasar.
No tengo puerta-dice la piedra.

Y desde allí me convencí mucho más de lo significativo de hacer puertas: de entrada y salida. Dolía pero vivía. Eso, en fin, era la vida, un continuo empezar y terminar; y terminar y empezar; y abrir y cerrar; y cerrar….
Poco después, al seguir nuestro diálogo, nos reíamos juntos al ver que teníamos mucho en común y que bien creías lo que yo también creía. Todo comenzó con una disculpa:
Discúlpeme, casualidad, por llamarla necesidad.
Disculpe, casualidad, si a pesar de todo me equivoco.
Que no se enoje la suerte por hacerla un poco mía.
Discúlpenme, heridas abiertas por pincharme los dedos.
Perdónenme, grandes preguntas, por las pequeñas respuestas.
Verdad no me prestes demasiada atención…
Sé que mientras viva, nada me justifica,
Porque yo misma soy un impedimento (Bajo la misma estrella)
Y así fuimos entrando en confidencias hasta jugar a un “Verdad o te atreves”. Tú, con la cualidad de quienes ya no temen porque ya saben vivir, todo el tiempo te encaraste a la verdad, una verdad saturada con la vida que hace de expresiones triviales cosas fundamentales. Recuerdo tus “prefieros”.

Prefiero las excepciones.
Prefiero la ridiculez de escribir versos
Que la ridiculez de no escribirlos.
Prefiero sentirme queriendo a la gente
Que amando a la humanidad.
Prefiero en el amor los aniversarios imprecisos
Para celebrarlos a diario
Prefiero tener mis reservas
Prefiero no preguntar cuánto falta para llegar y cuándo
Prefiero considerar incluso la posibilidad
De que la existencia tenga su propia razón.
(Posibilidades)

Hoy, a la distancia de esa primera vez; y de las tantas veces  que después compartimos en tu carne hecha palabra te regalo esta palabra hecha carne para responderte lo que un día me preguntaste y preguntabas:
Cuántos al cabo de una vida más larga o más corta
(si para ellos tiene alguna diferencia)
Buena, porque comenzó,
Mala, porque concluyó
(si no prefiriesen decirlo al revés)
Se encontraron en la otra orilla
(si llegaron a encontrarse allí y si existe otra orilla)
Cuántos
(si la pregunta tiene sentido,
si se puede arribar a la suma definitiva,
mientras el que cuenta no se cuente a si mismo)
cayeron en el sueño más profundo
(si no lo hay más profundo)
Hasta pronto…
(Cálculo elegíaco)
Esta conversación de hoy, querida Szymborska, es un compartir con tu alegría de escribir. Yo también me uno a tu venganza de la mano mortal perpetuándote en mi escritura. Seguiremos como siempre, confidentes en palabras. Solo siento no haberte abrazado como quería. Desde que pisé tu tierra soñé con hacerlo. Eso sí, cumpliré tu petición hecha en tus últimas palabras. Iré con mi sentir abrazador, pues entonces, ¡Hasta pronto!

Aquí yace, anticuada como la coma,
la autora de algunos versos. Descanso eterno
le obsequió la tierra, pese a que la muerta
no pertenecía a ninguno de los grupos literarios.
tampoco hay otra cosa mejor sobre la tumba,
que estas rimitas pobres, lampazo y lechuga.
Caminante, saca el cerebro electrónico de tu cartera
Y medita un instante sobre el sino de Szymborska.

Autor: Armando Cruz


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