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28 Wrz 2017 · Możliwość komentowania El panda y el Niño została wyłączona

El panda y el Niño

Érase una vez un oso panda. Se llamaba Bao-Bao, que en chino significa “Tesorito” (como sabemos todos, los pandas hablan chino y sólo chino). En aquel entonces (y nuestra historia ocurrió hace más de dos mil años) los pandas vivían en todo el continente euroasiático, no sólo en las montañas de China como hoy en día. Bao-Bao vivió en los bosques de bambú que cubrían las laderas del Monte Hermón, que actualmente hace de frontera entre Israel, Líbano y Siria.
Bao-Bao fue un osezno bellísimo. Ya no parecía una rata de color rosa, como son los pandas tras el nacimiento. Tampoco era una bolita pequeña que su madre cargaba en la pata. Era un panda casi adulto, con el pelo blanco y negro. Acababa de separarse de su madre como suelen hacer los pandas a dos años. Vivía una vida tranquila, comiendo bambú, jugando en la nieve y durmiendo en las ramas de árboles. Pero llegó una noche que cambió su vida para siempre.
El sol estaba bajo el horizonte desde hacía ya unas horas. Bao-Bao decidió buscar un árbol adecuado para dormir, como lo hacen los pandas por seguridad, cuando de repente vio una estrella de fulgor tan intenso como la luna llena. La estrella se movía muy despacio hacia el sur. El oso decidió seguirla.
Bajó las montañas y se encontró en el camino para Belén. Allí se armó la marimorena: hombres, animales, carruajes estaban como sardinas en lata. Todos miraban el esplendor de la estrella y trataban de ser los primeros para llegar… ¡exacto! nadie sabía adónde iban con tanta prisa.
Caminaban pastores con sus rebaños. Bao-Bao nunca había visto ovejas. “¿Qué bestias son?”, pensó, “Tienen un aspecto muy raro: son blancas, algunas negras. No blancas y negras a la vez, como yo”.
Había animales de todas las especies. Por primera vez en su vida Bao-Bao vio elefantes, estos animales raros que tienen dos colas, una (más corta) por detrás y otra (más larga) por delante. Incluso había un tigre, el único animal al que los pandas tenían miedo. El oso se asustó un poco cuando el tigre se acercó hacia él, pero el tigre sólo lo acarició con su boca espantosa.
De repente llegó una cabalgata de reyes que trataba de abrirse paso entre la muchedumbre. Le dijeron al oso que eran tres Reyes Magos. Venían del oriente y se llamaban Gaspar, Melchor y Baltasar.
Llegaron a Belén y todos se detuvieron al portal de un pesebre. Dentro del cobertizo había un niño recién nacido, su madre y su padre. Decían que ese hombre no era su padre, que el Niño era el hijo de Dios y de La Virgen. Bao-Bao no sabía quién pudiera ser el señor Dios, tampoco comprendía la palabra “virgen”. Pero la escena lo desconcertó, la miró con mucho interés: La Virgen se estaba peinando mientras mecía la cuna, tenía los cabellos de oro y el peine de plata fina. El Niño lloraba porque San José (así llamaban al padre) le asustó con su barba larga.
Fue una noche de prodigios. Los ángeles cantaban y tocaban campanas; los pastores le ofrecían al Niño sus regalos: requesón, manteca y vino; los Reyes Magos le dieron oro, incienso y mirra (el oso no tenía ni la más remota idea de qué sería la “mirra”). La mula y el buey se arrodillaron. Y los peces en el río bebían y bebían.
“¿Qué significa todo esto?”, pensó Bao-Bao. Y se lo preguntó al Rey Baltasar, que le pareció el más simpático de los tres. El Rey le dijo: “Dios se hizo hombre para hacernos Dios. Para que tengamos la vida eterna.” ¡Vaya explicación!, el pobre osito no comprendió nada. Nunca había oído las palabras “Dios” y “la vida eterna”. Al caminar de vuelta pensaba y pensaba, pero no logró entender. Además, pensó que todo eso no lo concernía, porque hablaban de los hombres y no de los pandas.
Esa misma noche, al trepar al monte, encontró a una osa. Más tarde se enteró que su nombre era Yan-Yan, que en chino significa “Preciosa”. De veras, la hembra era preciosa: sus ojazos eran grandes y lucientes, su pelaje brillante y suave. Cuando Bao-Bao se atrevió a tocarla le pasaron escalofríos por todo el cuerpo. Pobrecito, no sabía que eso era un amor a primera vista. “El amor” era otra palabra que no conocía. Bao-Bao le entregó a Yan-Yan toda su alma y, afortunadamente, Yan-Yan no la rechazó.
Bao-Bao le cantó a Yan-Yan una canción española, que había oído de un disco al caminar por la carretera de Belén. (¿Qué decís? ¿Qué en aquellos tiempos no había discos y que los pandas no hablaban español? Pues, aquella Nochebuena fue una noche de prodigios.) La canción empezaba así:
Mira qué eres linda, qué preciosa eres,
estando a tu lado verdad que me siento más cerca de Dios.
Como ya hemos dicho, Bao-Bao no concebía qué significaba “Dios”. Pero en aquel momento lo intuía más o menos.
Bao-Bao y Yan-Yan empezaron a vivir juntos. Fueron muy felices. En las montañas había abundancia de bambú. Nadie osaba amenazar a los dos pandas fuertes. Incluso el tigre prefería mantenerse alejado.
Bao-Bao le contó a Yan-Yan lo que había visto en Belén la noche cuando se habían conocido. Le pareció que la osa entendía mucho más que él. Incluso parecía comprender qué significaba “Dios” y qué era “la vida eterna”, pero no supo explicarlo a Bao-Bao. Sólo repetía que estaba bien tener fe y esperanza.
De vez en cuando llegaron nuevas de la región del mar de Galilea. Dijeron que pasaban cosas extraordinarias, que el Niño ya era un hombre hecho y derecho y que hacía milagros, incluso hacía resucitar a muertos.
Fue un día muy triste cuando encontraron en la nieve un cadáver de panda. El oso debía de haber fallecido ya hacía unos días. Bao-Bao lo reconoció, era el cuerpo de su madre, y rompió a llorar. “No desesperes”, le dijo Yan-Yan, “Tengamos fe y esperanza”. Y al oso le vino a la mente el Niño y sonrió suavemente, pero no supo por qué se acordaba de Él en ese momento.
Un día el bosque de bambú floreció. Los pandas estaban encantados con la vista. ¡Qué colores! Pobres, no sabían que estaban en peligro de morir. El bambú florece más o menos cada 100 años y después muere. Y como si fuera por arte de magia, la misma especie de bambú florece al mismo tiempo en todo el mundo. Hay que saber que un panda tiene que comer hasta 20 kilos de bambú cada día para sobrevivir.
Los osos necesitaban buscar otra especie de la planta, que no florecería en el mismo periodo. No fue fácil. Andaban y andaban sin encontrar nada. De vez en cuando descubrían bajo la nieve una manzana o una rata, pero eso no fue suficiente y estaban cada vez más débiles.
Por fin se quedaron completamente sin fuerzas. Se tumbaron en la nieve, Bao-Bao estrechó a Yan-Yan entre sus brazos y le susurró algo al oído. Puede ser que tratase de animarla para que hiciera el último esfuerzo. Pero ella ya no escuchaba. Cuando Bao-Bao se dio cuenta de que la osa estaba muerta, se le rompió el corazón.
En ese preciso momento pasó algo inesperado. Le pareció a Bao-Bao que se hubiera despertado. Estaba en mitad de un bosque de bambú. Vio a Yan-Yan que estaba comiendo tallos verdes y frescos, vio a su madre que lo miraba. Una estrella fugaz iluminó el cielo. ¿Sería la misma? El panda sintió un gran calor en su interior y percibió que el Niño se acercó a él.
“Tuviste la Fe, tuviste la Esperanza, y sobre todo tuviste el Amor”, le dijo el Niño.
Y al instante el oso descubrió todo. Descubrió qué significaban las palabras “la vida eterna”, “Dios”, “la fe”, “la esperanza”, “el amor”. Y entendió que Dios, el Niño y el Amor eran lo mismo. Incluso es posible que por fin comprendiese la palabra “virgen”, pero eso no se sabe a ciencia cierta.

Andrzej Pleszczyński

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